[MÚSICA]
[AUDIO_EN_BLANCO] En
esta tercera lección, quiero dejar
claro que la naturaleza de la relación con los Estados Unidos,
la que tenemos como país y como sociedad,
es muy compleja que se requerirían de horas
para poder examinar a fondo cada uno de los temas que voy a ir
señalando a lo largo de estas lecciones.
Hoy, en esta tercera, quiero enfatizar la naturaleza,
bastante estable por cierto,
de las relaciones entre nuestro país y el vecino del norte,
a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial.
El mundo internacional fue dominado a partir de
1945, 47, hasta 1989, 1990,
por lo que se conoce como la Guerra Fría.
El gran choque, pugna,
competencia entre dos bloques mundiales,
centrado en la Unión Soviética y el centrado en los Estados Unidos.
México no tuvo muchas opciones.
Estando dentro de una zona geográfica que se había
formado desde el siglo XIX como una especie de subsistema informal,
pero muy efectivo, de la América del Norte en donde estaba México,
Centroamérica, El Caribe y, en cierto sentido, Canadá,
esa era su área primordial de interés.
¿Y qué le interesaba a Estados Unidos en la Guerra Fría en relación con nosotros,
los mexicanos?
Bueno, básicamente el interés era mantener la estabilidad política de México.
Mientras Estados Unidos chocaba con los soviéticos,
en Corea, en Vietnam, en Grecia,
en Turquía, en África luego, necesitaba,
requería de una estabilidad notable en su zona inmediata
de influencia; y México se mantuvo bastante estable.
Se mantuvo estable teniendo un sistema político que,
formalmente, era considerado democrático,
puesto que estaba dentro de la zona norteamericana y los Estados Unidos
defendían la democracia liberal occidental,
pues México fue calificado como una de estas democracias,
se le puso el sello de democrático, pero en realidad no lo era,
era un sistema autoritario en donde había un partido de estado y
una presidencia muy fuerte que no tenía equilibrio.
Pero lo interesante en las relaciones con nuestro vecino del norte,
es que este sistema autoritario le funcionó muy bien; fue eso,
funcional para los intereses norteamericanos durante la Guerra Fría,
pero no dejaron de haber momentos realmente tensos e incluso angustiosos
en la relación entre México y su vecino del norte, motivados por la Guerra Fría.
En 1954 los norteamericanos decidieron que no podían tolerar el
régimen que entonces tenía Guatemala,
que estaba tratando de hacer alguna reforma, reforma agraria, y en fin,
introducirse en el siglo XX, un poco retrasado, y decidieron eliminarlo.
El gobierno mexicano se vio ante el dilema de que uno
de sus puntales en la política exterior que era el principio de la
No Intervención, pues se lo llevó el viento en el caso de Guatemala.
Y luego, se agudizó el problema cuando en 1959 triunfa
la revolución encabezada por Fidel Castro, por el Movimiento 26 de julio, en Cuba.
Y Cuba, no nos meteremos en los porqués del asunto,
pero rápidamente se decantó su revolución por el nacionalismo,
el anti-imperialismo, y el enfrentamiento con los Estados Unidos, y de nueva cuenta,
la fuerza norteamericana trató de imponerse en esta zona tan cercana
sus intereses y deshacerse del régimen revolucionario cubano.
¿Cómo?
Interviniendo, claro.
Y ahí otro choque, otro choque dentro de las lógicas de la Guerra Fría,
y México tiene que andarse con mucho cuidado para,
por un lado, no echar abajo el principio de la No Intervención,
que era su principio central que regía su política
internacional, y evitar que Estados Unidos se le viniera encima.
Entonces, México terminó por mantener relaciones diplomáticas con Cuba
cuando el resto de América Latina, y Estados Unidos desde luego, no las tenía.
Pero tampoco se atrevió a tener una relación sustantiva,
una relación económica, eran relaciones muy formales.
Pero, en fin, México logró mantener esta independencia relativa
frente a Estados Unidos, este es el punto central.
Deben ustedes anotarlo, independencia relativa.
Los países débiles, como México,
no pueden ser realmente independientes al 100%,
soberanos plenamente, están bajo la presión de una u otra potencia.
Entonces, su política exterior real, la auténtica,
es tratar de aumentar el espacio de independencia relativa,
o por lo menos, que no se le disminuya.
Es importante eso.
Y luego, viene otra vez la Guerra Fría, esta vez en Centroamérica.
Con la Revolución Sandinista, de fines de los 1970,
una revolución que a los norteamericanos le recuerda muchísimo
la de Fidel Castro y, por tanto, hay una gran hostilidad hacia ella.
Y México, que en ese momento se siente fuerte por estar explotando
uno de los yacimientos petrolíferos más grandes,
un súper yacimiento en el sureste mexicano, el de Cantarell,
había transformado el petróleo en un arma de la política internacional,
y apoya a Nicaragua.
Pero también es este el momento en que los precios del petróleo se vienen abajo,
y entonces se queda México muy expuesto, económicamente muy débil,
y con unos Estados Unidos encabezados por un presidente republicano,
Ronald Reagan, que estaba más que decidido a detener y destruir,
si se podía, a la revolución nicaragüense.
Entonces, México tiene que manejarse con mucho tacto, con mucho cuidado.
Forma el llamado Grupo de Contadora, para negociar entre
Estados Unidos y los grupos insurgentes dentro de Centroamérica,
no nada más en Nicaragua, y tratar de recuperar la paz de Centroamérica.
Al final, la posición norteamericana se impuso,
pero México logró que, por lo menos,
en la forma se mantuviera lo que es su principio de
política exterior principal en ese momento,
la No Intervención; claro que era un principio más como
una posición entre política y moral que una realidad,
porque todo mundo estaba interviniendo en Centroamérica, y México incluido.
Pero, en fin, esto cierra realmente el ciclo de la
Guerra Fría en las fronteras de México y que
constituye una política exterior muy complicada y donde,
dentro de todo, México pudo defender relativamente bien
su posición política y mantener su independencia relativa
frente a la gran potencia.
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